Primera amistad
Cuando me desperté porque alguno
de mis sentidos me advirtió de una anomalía en mi entorno, descubrí que el Zorua había desaparecido. Lo busqué por
toda la sima, pero lo único que encontré fue un túnel por el que corría un
riachuelo, cuya desembocadura era ni más ni menos que el gran charco. Allí
dentro estaba muy oscuro, pero por suerte yo contaba con la misteriosa piedra
brillante, la cual usé como fuente de luz para orientarme en la oscuridad.
![]() |
Imagen de Efraimstochter (pixabay.com) |
Se me
presentaron entonces dos opciones: volver atrás o explorar la cueva en busca de una
salida alternativa… y acabé decantándome por lo segundo.
Mientras seguía el río, no
encontré nada más que Pokémon ávidos de violencia, por lo que yo debía hacerles
frente o escapar de ellos. No podía usar siempre mis ataques
de «Velocidad extrema» y «Psíquico» porque me restaban demasiada energía, así
que de alguna manera tuve que averiguar qué otros movimientos más conocía. Uno lo descubrí dejándome guiar
por mi sexto sentido (por así llamarlo) para generar entre mis manos una refulgente
esfera celeste que yo arrojaba contra un objetivo para terminar explosionando por
el impacto. Aquel ataque era «Esfera aural».
Tras llegar a una laguna que
inundaba mi camino, me percaté de la rauda aproximación de un Pokémon que
terminó desvelándose como un Feebas. La razón por la que dicho pez había saltado a tierra
fue porque estaba siendo perseguido por un Kabutops
al que tuve que derribar con una «Esfera aural» en cuanto saliese violentamente
del agua.
- Gra… gracias. – me agradeció Feebas con una tierna voz femenina.
- No hay de qué. – sonreí
levemente antes de observar que tal Pokémon no se asfixiaba al estar fuera del
agua. Cuando estuve a punto de preguntárselo, el Kabutops emergió otra vez del río dispuesto a contraatacar.
Ahora, en lugar de generar otra
«Esfera aural», por alguna razón me impulsé a sacudir bruscamente mis brazos
para así transformar los pinchos de mis muñecas en largas y relucientes
garras de tres uñas cada una. Yo conocía «Garra metal».
- Deja en paz a esta Feebas. – advertí, pero el aura de aquel Kabutops estaba
impregnada de maldad y furia (cosa que ya se le notaba en la mirada), razón por
la que no dudó en lanzarse al ataque con sus afilados brazos con forma de
guadaña.
Tras esquivarlo, respondí con unos feroces arañazos que
no parecían ser tan eficaces como mi «Esfera aural», pero al menos yo podía prescindir
de toda concentración e invertir poca energía para usar mi «Garra metal», dado
que era un movimiento muy práctico y que encima parecía aumentar de potencia de
vez en cuando.
El combate contra el Kabutops resultó ser más complicado de
lo que imaginé, pero finalmente salí vencedor, y la Feebas me felicitó por ello.
- Gracias… – le sonreí de nuevo.
– Oye, ¿cómo es que puedes vivir fuera del agua siendo un pez?
- Ni idea. – contestó Feebas. – Pero
¿puedo preguntarte adónde vas?
- Al principio me pasé por aquí
tratando de alcanzar a una Zorua que
“rescaté” anoche, pero acabé perdiéndole el rastro y ahora estoy buscando una
salida… – dije antes de observar la vía de ferrocarril, la cual parecía
extenderse por toda la caverna. – Probaré a seguir esos raíles.
- ¡Espera! – gritó Feebas cuando me dispuse a subirme a la
vía. – Llévame contigo.
- ¿Estás segura? – miré algo
desconcertado a dicho pez. – Puede ser peligroso.
- Pero tú me protegerás, ¿verdad?
No pude decirle que no al primer
Pokémon con el que llegué a entenderme, además que se le veía indefenso, así
que cargué con él, cosa fácil porque pesaba muy poco, y proseguí mi camino.
La vía me llevó finalmente hasta
un punto muerto, pero al menos me permitió salir de la caverna, ubicándome
entonces en lo alto de una montaña desde donde pude avistar un valle a lo lejos.
![]() |
Imagen de Free-Photos (pixabay.com) |
- Qué vistas… Nunca había visto
nada similar. – se maravilló Feebas
con el paisaje.
- Pues prepárate, porque tendré
que descender la montaña forzosamente. – advertí antes de lanzarme a “surfear”
sobre la rocosa pendiente.
Las almohadillas de mis pies
atenuaron el daño ocasionado por el roce con las escarpaduras, pero de todos
modos acabé lastimándome de tal manera que, tras finalizar el descenso, tenía
que caminar más despacio por culpa del dolor.
- ¿Te has hecho daño? – se alarmó
Feebas.
- Se me nota demasiado, ¿no? –
esbocé una falsa sonrisa. – No te preocupes, puedo continuar… A propósito, ¿por
qué fuiste atacada por aquel Kabutops?
– cambié de tema para que Feebas no siguiera preocupándose por mi estado.
- ¿Eh?… Pues… No tengo ni idea:
Yo estaba nadando tan tranquila por un lago que había fuera de aquella cueva, y
de repente apareció ese Pokémon dispuesto a perseguirme.
- ¿Así sin más?
- Como lo oyes. No sé por qué,
pero últimamente muchos Pokémon están volviéndose agresivos… – pausó Feebas durante unos segundos en los que
pude detectar tristeza en su aura. – Creí que yo ya tenía suficiente siendo
menospreciada por ser fea e inútil, y que hubiese tenido un amigo que terminara
abandonándome…
- ¿Tuviste un amigo?
- Al menos eso pensaba yo. Él era
un Dratini bastante amable… pero
sólo nos vimos un par de veces. Desde entonces no he vuelto a saber de él y me
he sentido todavía más sola… Tú no harás lo mismo, ¿verdad?
Se me hizo un nudo en el estómago
al oír aquella última frase. ¿Qué iba a contestarle? Yo tenía la corazonada de
que en algún momento me separaría de Feebas,
pero entretanto no podía fastidiarle la ilusión.
- No creo que aquel Dratini te hubiese abandonado. – intenté
evadir la pregunta. – Seguramente le habrá ocurrido algo… y por eso no volvió a verte.
- ¿Quieres decir que… está
muerto? – se horrorizó Feebas.
- Es una posibilidad, ¿para qué
voy a mentirte? Pero no te preocupes, ahora estoy yo aquí para protegerte y
para impedir que te sientas sola.
- *snif*… Gracias. Muchas gracias,
Lucario.
Escuchar el nombre de la especie
Pokémon a la que yo pertenecía me incomodó un poco, probablemente por imaginar
que en un futuro me toparía con muchos otros como yo… así que no me demoré más
y decidí ponerme el primer mote que me vino a la mente.
- Puedes llamarme “Z”. – me autonombré.
![]() |
Imagen de MonikaP (pixabay.com) |
El almuerzo fue interrumpido
cuando me percaté de un estruendo bastante lejano… pero que se aproximaba con
bastante rapidez. Logré agarrar a Feebas y apartarme antes de que la cosa
responsable de dicho ruido arrasara nuestra posición con una brutal embestida.
Identifiqué aquello como una bola gigante de color granate que derrapó para
llevar a cabo otro intento fallido por arrollarnos. Luego de eso se desveló
como un Scolipede, un Pokémon con forma de escolopendra gigante con sólo cuatro
patas que había usado su ataque «Desenrollar»… y que ahora alzó sus dos patas
delanteras para provocar un seísmo que me hiciera perder el equilibrio y sufrir
graves daños. Aquel ataque debía ser «Terratemblor». El Scolipede se me acercó con el propósito de pisotearme ahora que yo
estaba incapacitado, pero Feebas me
defendió propinándole a nuestro oponente un «Placaje» que no pareció hacerle ni
cosquillas. Ante eso, el Scolipede
se molestó y se dispuso a agredir a mi amiga con sus afiladas y retorcidas
antenas. No lo consiguió, pues yo había estirado los brazos en dirección a tal
Pokémon para fulminarle con mi ataque «Psíquico» con sólo anhelarlo ardorosamente.
Aprovechando que el Scolipede se lamía las heridas (en el
sentido metafórico), cargué con Feebas
e intenté huir usando mi «Velocidad extrema» a pesar del lamentable estado de
mis pies.
Para cuando lograse salir del
bosque, llegué hasta una pradera donde se me nubló la vista a la par que
dejaban de responderme las extremidades, terminando por desmayarme mientras oía
cada vez más lejos la voz de Feebas
llamándome.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, evita la mayor cantidad de faltas ortográficas posible.