El monstruo de la Fosa Atronadora
No sé cuánto tiempo llevaba ya tumbado, pero el día (o noche) se me estaba haciendo larguísimo. Ardía de ganas por salir afuera y proseguir mis aventuras, o por lo menos pasear por la aldea… Y sin previo aviso se me había acercado un Pokémon que al principio pensé que era un Pikachu, pero resultó ser un Mimikyu.
- Hola… – me saludó tímidamente
con una voz femenina, por lo que intuí que era hembra. – Esto… ¿cómo estás?
- Físicamente voy mejorando, pero
me aburro como una ostra. – contesté algo irritado antes de observar a aquella Mimikyu con bastante curiosidad. – ¿Y
tú por qué estás aquí?
- Verás… es que… te vi en el
bosque… y estuviste alucinante. Me interesé por ti, pero se te veía muy
enfadado… hasta que aquel Primeape
te golpeó en la cabeza y perdiste el conocimiento. Menos mal que aquel Scrafty y los hermanos Lopunny e Infernape derrotaron a aquella bestia y te trajeron hasta aquí. Yo
sola no habría podido hacerlo…
- Argh, tenía que haberme
asegurado de que ese maldito Primeape
ya estaba fuera de combate…
- Estooo… – llamó Mimikyu mi atención luego de varios
segundos de silencio. – ¿Tienes equipo?
- ¿Equipo? No… pero sí tengo
amigos.
- Entonces… ¿Querrías formar un
equipo conmigo?
- ¿Cómo? Pero si te acabo de
conocer.
- Ya… pero es que estoy muy sola.
– adoptó Mimikyu una postura
decaída. – Todo el mundo me evita, y con este disfraz no consigo hacerme pasar
por un Pokémon amigable… Pero tranquilo, si no quieres admitirme en tu equipo,
lo entiendo. Ahora mismo te dejo en paz…
Antes de que aquel Pokémon se
alejase de mí, yo ya percibí soledad y tristeza en su aura, lo que me llevó a
la conclusión de que esa pobre Mimikyu
decía la verdad, así que me compadecí de ella y acabé diciéndole que sí, que
fundaría con ella mi propio equipo.
- ¿De veras? – dijo antes de
regresar junto a mí muy ilusionada. – Muchas gracias. Te prometo que daré lo
mejor de mí.
Pasé un buen rato charlando con Mimikyu, cuya característica que más me
intrigaba era el hecho de que llevaba siempre llevaba un disfraz porque sólo con
ver su verdadero aspecto ya causaría la muerte. Eso sonaba tan terrorífico como
melancólico… pero lo importante era saber que mi nueva amiga no parecía tener
malas intenciones.
Lo mejor vino cuando Florges regresó para verificar que mis
heridas se habían curado, y que por tanto ya podía retirarme las vendas y salir
del sanatorio. Eso sí, no debía hacer ningún esfuerzo hasta el día siguiente… y
vaya lata que aún fuese mediodía. Mimikyu
me seguía a todos lados como leal compañera de equipo que era ahora.
- Oye, ¿has pensado ya cómo
llamar a nuestro equipo? – me preguntó Mimikyu.
- Ahí va, pues no… – me paré
entonces a pensar, pero oí entonces a alguien gritar mi nombre. Era Milotic, que se lanzó a abrazarme efusivamente
con sus dos melenas como si fueran brazos. – ¡Ay, vale ya! ¡Que me duele todo
el cuerpo!
- ¿Pero dónde has estado todo
este tiempo? Me tenías muy preocupada. – decía ella antes de asustarse al ver a
Mimikyu. – ¡Rayos! ¿Pero qué es eso?
- Un poco de respeto. Es mi
compañera de equipo.
Nos habíamos quedado hablando con
Milotic durante minutos, tanto de lo
que yo había hecho recientemente como de los preparativos de su boda. Al
parecer, dicho evento iba a tener lugar en una playa, pero no a la que fuimos
el otro día con Dragonair, sino a
otra más cercana.
Tras despedirme de Milotic, me dirigí a la casa de Scrafty, pero como él no estaba allí,
fui a mirar en el Poké-Asilo.
- Buenas tardes, Z. – me saludó Espeon. – Scrafty me
contó que estuviste en el sanatorio desde ayer. ¿Estás mejor?
- Sí, gracias. – contesté antes
de presentarle a Mimikyu… y como era
de esperar, a Espeon no le dio buena espina. De hecho, me dijo a susurros que
tuviera cuidado con ella, aunque yo ya sabía por qué.
Al llegar al estadio, vi a Scrafty entrenando junto a Mienshao como de costumbre. Los dos, al
igual que Espeon, apenas denotaron
alegría por verme de nuevo.
- Hola, camarada. – me saludó Scrafty con su tradicional gesto
despreocupado. – Veo que vienes acompañado.
- Sí, te presento a mi compañera
de equipo. – volví a presentar a Mimikyu.
- ¿Has fundado tu propio equipo
sin consultarme? – exhibió Scrafty
una mueca de molestia.
- Eh, no me levantes la voz, que
llevo esperándote todo el día en el sanatorio y tú sin aparecer. Menos mal que
vino esta Mimikyu a hacerme
compañía, que si no me habría muerto de aburrimiento.
- Estaba muy ocupado.
- Claro, te preocupan más tus
músculos que tus amigos.
- ¡Retira eso ahora mismo!
Mienshao nos silenció de un latigazo con sus brazos.
- Luchad. – dictó ella luego de
varios segundos de silencio.
- ¿Cómo has dicho? – me
sorprendí.
- Quiero ver cómo le sacáis partido
a vuestro entrenamiento. Además, así os desahogaréis mejor.
Y eso hicimos: Scrafty y yo nos miramos con desafío… e
iniciamos un combate que no olvidaríamos jamás.
Yo comencé por potenciar mis
ataques físicos usando «Puño incremento» tantas veces como fuera posible,
aunque debía cuidar siempre de que Scrafty
no me propinara ninguna de sus patadas, pues me hacían bastante pupa.
En un momento dado utilicé mi
«Velocidad extrema» para atizar fácilmente a Scrafty repetidas veces, pero él logró desconcentrarme con un
ataque de «Cabezahierro». A continuación se propuso a aplastarme con una
«Patada salto alta», pero lo esquivé a tiempo para que mi oponente se
autolesionase.
Y en el momento donde iba a
decidirse la victoria, me dispuse a rematar a Scrafty con un ataque «A bocajarro»… y él me las dio con queso
cuando cayó al suelo para así derribarme con un «Puntapié» y finalmente
considerarse vencedor.
- Fin del combate. – sentenció Mienshao permitiendo que Scrafty se alejara de mí para que
después Mimikyu corriera preocupada
a preguntarme si estaba bien.
- ¿No te había dicho Florges que no hicieras ningún esfuerzo
por hoy? – me recordó ella.
- Tranquila, si esto no ha sido más
que una pelea amistosa. – dije mientras miraba con rencor a Scrafty… para luego levantarme y salir
del Poké-Asilo.
- Aún no es la hora de cenar. –
me avisó Mienshao.
- Ya cenaré en otro sitio.
Una vez que me hubiera alejado lo
suficiente del Poké-Asilo, me paré a contemplar el cielo por largo rato. Ya
había comenzado a atardecer.
- Estooo… – rompió Mimikyu el silencio. – Z, ¿estás bien?
- No. – respondí con expresión
indignada y sin dejar de mirar hacia arriba. – La verdad es que no… Estoy
empezando a cogerle asco a este sitio… incluido a ese lagarto al que yo
consideraba mi amigo… Te pido perdón, Mimikyu.
Acabas de conocerme en mal momento.
- … No te entiendo.
- Creo que necesito estar solo un
tiempo…
- ¿Qué quieres decir… que me
estás echando de tu equipo?
- No… Vámonos a cenar.
Puse rumbo entonces al Mesón
Braixen mientras rezumbaban ideas descabelladas por mi mente, las cuales
preferiría no detallar. No obstante, ocurrió algo que alarmó a toda la aldea:
La alcaldesa Tsareena había sido
secuestrada. Y la única pista fue una carta anónima que decía “Si queréis recuperar a vuestra alcaldesa,
venid a la Fosa Atronadora”.
¿Todo el pueblo amaba lo
suficiente a su alcaldesa como para embarcarse en una misión con toda la pinta
de ser peligrosa? Pues desde luego: Todos los Pokémon de la aldea, excepto las
familias, formaron una estampida hasta aquel lugar que, por suerte, no se
hallaba muy lejos. Sólo había que atravesar unos kilómetros de escarpaduras al
otro del monte que limitaba el valle.
Imagen de Lucie Morel (unsplash.com) |
Al anochecer, ya nos
encontrábamos todos alrededor de una gigantesca hondonada rocosa donde se
hallaba Tsareena tirada cerca de una
cueva. Con Mimikyu aferrada a mi
espalda, me reuní con la alcaldesa antes que cualquier otro Pokémon gracias a
mi «Velocidad extrema». Gracias a Arceus que sólo estaba dormida.
- Aún sigue con vida. Llévatela
con los demás. – le dije a Florges,
que fue la primera que llegó después de mí.
- Ahora mismo. – dijo ella
cargándola en brazos y volviendo con el resto de los Pokémon justo cuando se
reunieron nubes de tormenta encima de nuestras cabezas.
- ¿Quién habrá sido el
responsable? ¿Y con qué propósito lo hizo? – me preguntaba a mí mismo mientras
empezaban a caer unas escasas gotas de lluvia.
- Z, debes largarte de aquí. – se
me acercó Scrafty, pero yo lo
ignoré. – Oye, entiendo que sigas cabreado por lo antes, pero si no nos vamos
enseguida…
Antes de que acabara la frase,
resonó un gruñido por toda la cueva que me puso los pelos de punta… pero peor
fue aún cuando se oyó otro gruñido más fuerte anunciando la aproximación de
algo que me obligó a dar varios pasos atrás: Las tres cabezas roñosas de un
colosal Hydreigon habían emergido de la cueva para rugir monstruosamente, ahuyentando
a la gran mayoría de los Pokémon.
- … nos devorará. – terminó Scrafty por fin la frase.
- Cierto; no parece muy dispuesto
a dialogar, cosa que ni siquiera sé si es capaz de hacer. – cotilleé antes de
que el Hydreigon enviara su cabeza
central a atacarnos sin éxito. – ¡Mimikyu, corre a esconderte! – y Mimikyu
protestó diciendo que quería ayudar, pero yo la despegué de mi espalda y la
dejé en el suelo para que ella cumpliera mi orden.
Se había desatado una pelea aún
más difícil que la recientemente acontecida en el Bosque Clorofila. Scrafty y yo nos esforzábamos por
esquivar los feroces ataques de aquel Hydreigon
y contraatacar de una manera u otra. Le pregunté a mi compañero si tenía otra
baya como la que me dio ayer en el bosque, y él dijo que se llamaba Semilla Ira,
pero que no le quedaban. Por tanto, debíamos dejar de lado nuestros problemas
personales y colaborar como nunca antes lo habíamos hecho.
Acudió entonces en nuestra ayuda Lopunny, que le propinó al Hydreigon una «Patada salto» que
pareció haberle hecho daño. Acto seguido, se sumó Infernape a la batalla poniendo a prueba todos sus ataques. ¿Vino
alguien más a ayudarnos? Pues sí; Sylveon
con sus potentes ataques de tipo Hada y otros aldeanos lo bastante fuertes o
intrépidos como para lanzarse a una misión casi suicida. No obstante, el Hydreigon se enfureció y dejó K.O. a
casi todos nuestros aliados con un ataque de «Foco resplandor» para luego volar
hasta el cielo tormentoso cargando conmigo y con Scrafty.
Imagen de Breno Machado (unsplash.com) |
- ¿¡Y ahora qué!? – voceé, pero a
Scrafty no le dio tiempo a dar ideas
porque el Hydreigon comenzó a
sacudirse. Si alguno de nosotros se soltaba, se toparía cara a cara con la muerte.
No tuve más remedio que clavar
mis «Garras metal» en la carne de la bestia y hacer como si yo escalara una
montaña. Cuando llegué hasta la cabeza central, le propiné una «Esfera aural»
que desequilibró al Hydreigon,
obligándolo a descender forzosamente.
Me reuní rápidamente con Scrafty para que ambos nos preparásemos
para el terrible aterrizaje, pero un rayo de la tormenta me desequilibró y
menos mal que me agarré a la cola del Hydreigon.
Por desgracia, éste agitó dicha extremidad para arrojarme contra la cumbre de
la montaña a la par que agarró a Scrafty
con una de sus dos patas para estamparlo bastante cerca de donde yo me había
estrellado. Abajo se veía un profundo abismo.
Scrafty estaba condenado, pues yo ya no tenía fuerzas para seguir
combatiendo… pero no ocurrió exactamente lo que yo temía que fuese a pasar:
Cuando el Hydreigon se dispuso a rematar a Scrafty, él pateó fuertemente la rocosa pared en la que estaba
apresado, y la montaña entera se desmoronó, provocando una avalancha que
terminó por sepultar a ambos Pokémon al fondo del abismo. Grité
desesperadamente el nombre de Scrafty
antes de que las múltiples rocas de la avalancha tapasen dicha oquedad.
A partir de entonces no se oyó
nada más que la lluvia.
***
Una hora más tarde, todos
habíamos regresado al Valle Verdemar para oficiar el funeral de Scrafty a pesar de que no habíamos
conseguido recuperar su cuerpo. Yo me sentía muy afligido: Él era mi amigo, y
no llegué a hacer las paces con él antes de que muriera… Pero algo que pareció
intrigarle a toda la aldea es que quien más lloró por la pérdida de Scrafty fue Tsareena, con lo seria y estoica que se la veía siempre.
Luego de que todos cenáramos en
el Mesón Braixen aún en honor de Scrafty,
yo me dirigí mustio a su casa. El muy despistado había dejado la puerta
abierta.
Entré entonces y me tumbé en el
sofá para abrigarme con una manta y tratar de dormir.
- Oye… Siento mucho de tu amigo.
– me compadeció Mimikyu. – Al
principio me pareció un tipo engreído y violento… pero veo que en el fondo era
alguien muy apreciado.
- No lo creo si tienes en cuenta
que aquí se le conocía como “el macarra de la aldea”. Por eso me apena tanto
que haya muerto teniéndome sólo a mí como amigo… y eso que yo seguía enfadado
con él. – continué reprimiendo las ganas de llorar. – A ver qué voy a hacer a
partir de ahora…
- No te preocupes… – se acercó Mimikyu para acariciarme con una de sus
fantasmagóricas garras. – Yo estoy a tu lado.
- Gracias… – y acabé conciliando
el sueño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, evita la mayor cantidad de faltas ortográficas posible.