La aldea de Valle Verdemar
Mientras recobraba el
conocimiento, respiraba una suculenta fragancia que parecía sanar todas mis
heridas lentamente. Mi visión seguía borrosa, pero
pude vislumbrar a mi lado una Florges
que estaba usando el movimiento «Aromaterapia».
- ¿Dónde… estoy? – preguntaba
algo confundido mientras inspeccionaba mi entorno, verificando entonces que yo
me encontraba en una sala con una larga fila de camillas, y que unas pocas
estaban ocupadas por Pokémon, incluido yo.
- A salvo, en la Aldea de Valle
Verdemar. – contestó serenamente la Florges.
– Llevas inconsciente varias horas.
- ¿Cuánto…? – y de repente me
acordé de Feebas. – ¡Feebas! ¿Dónde está ella? – intenté
incorporarme, pero la Florges me lo
impidió posando sus manitas sobre mi torso peludo.
- Quédate quieto o tardarás más
en curar. Y no te preocupes por tu amiguita; ella está en los estanques, junto
con otros Pokémon.
- Uf, menos mal… – me alivié para
continuar gozando del aroma curativo a pesar de mi absoluta desorientación.
- Debes de tener un corazón
bastante grande para cargar con un Pokémon tan desfavorecido. – sonrió la Florges. – Pero no me mires así; en este
valle todos somos muy respetuosos. Sobre todo yo, que soy la curandera… Por
cierto, te lastimaste gravemente los pies. Procura no someterlos a ningún
esfuerzo por hoy.
Luego de que la Florges terminara de curarme y vendarme
las patas, yo cogí mi bandolera y ella continuó usando su «Aromaterapia» con
otros Pokémon, no sin antes aconsejarme que me presentara en el ayuntamiento
para recibir información básica sobre el poblado… y que ya de paso me diera un
garbeo por él para ir conociéndolo.
Imagen de Boudewijn "Bo" Boer (unsplash.com) |
Al poco rato ya había localizado
el ayuntamiento, el cual reconocí fácilmente por tener en lo alto un gran reloj
que marcaba las 14:45, además de poseer una estética renacentista que lo
diferenciaba del resto de edificios. Allí dentro me atendió una Kirlia que estaba sentada en la mesa de
recepción con un ordenador, un teléfono de auricular y un montón de papeles.
- Hola. – me saludó antes de mirarme
de arriba a abajo. – Eres nuevo aquí, ¿no?
- Bueno, en realidad fui
trasladado al Sanatorio Florges, y la curandera me dijo que yo me presentara
aquí. – contesté.
- Pues te ha dicho bien. Si
pretendes alojarte en nuestro pueblo, es esencial que conozcas a la alcaldesa.
Aguarda un momento. – dijo Kirlia
antes de desaparecer usando su «Teletransporte»… y reaparecer luego de unos
cuantos segundos. – La alcaldesa te recibirá ahora. Acompáñame.
Seguí entonces a Kirlia tratando de no fijarme en su
trasero, pues éste resaltaba a causa de sus andares extremadamente femeninos…
aunque gracias a eso me percaté de que llevaba bragas.
Al atravesar una gran puerta,
penetré en una sala con grandes estanterías, una gran mesa rectangular con muchas cosas
encima y un sillón regio mirando hacia un ventanal.
- Buenos días. – dijo una hembra que
estaba sentada en el sillón, el cual se dio media vuelta. – Soy Tsareena, la alcaldesa de Aldea de
Valle Verdemar. ¿Qué se te ofrece?
- Estooo… – me desconcertó la
elegancia de dicho Pokémon y su expresión absolutamente seria, además de tener
las piernas cruzadas. – Yo soy Z.
- ¿Así que tienes un mote? Mejor,
así costará menos diferenciarte de otros Lucario… E intuyo que no te preparaste
ningún discurso, ¿verdad? Pues si he acertado, te haré entrega de esto. – se
había levantado Tsareena del sillón
para acercarse balanceando sus caderas y ofrecerme un mapa del poblado. – Un
placer haberte conocido. Ahora, si me disculpas, tengo cosas que hacer. – dijo
antes de voltearse y regresar al sillón. – Si necesitas algo, consulta a mi
secretaria Kirlia.
Dicho eso, salí de la sala junto
a Kirlia antes de que se cerraran
las puertas.
- Esa Tsareena es… algo lacónica, ¿no crees? – miré aún desconcertado a
mi compañera, que ahora me guiaba hasta la salida.
- La alcaldía es un cargo muy
grande, así que ya te harás una idea del estrés que puede generar. – justificó Kirlia.
- Ya… Y encima tú de secretaria… –
dije mientras miraba el mapa en busca de los estanques, los cuales se ubicaban entre el río del valle y la plaza. Iría yo después allí para ver a Feebas.
- Oh, por cierto; ten en cuenta
que la Pastelería Vespiquen está inhabilitada desde que la Miel fue robada.
- ¿En serio? ¿Y no hay pistas
sobre el responsable?
- Casi todos sospechamos que fue Scrafty, pero no ha habido pruebas.
Aquí se le conoce como “el macarra de la aldea” por lo desaliñado y pendenciero
que es, aunque misteriosamente no se le ha llegado a considerar convicto. Aún
así, Magnezone aconseja que se le
vigile siempre que sea posible.
- ¿Quién es Magnezone?
- Es el jefe de la policía
internacional, y tiene a su disposición varios Magnemite que le ayudan en su trabajo. ¿Cómo es posible que no lo
conozcas, acaso sufriste amnesia?
- Pues va a ser que sí, porque mi
memoria comenzó ayer por la tarde. No conozco ni mi origen ni a mi familia, si
es que alguna vez la tuve.
- Oh, vaya chasco… Pues si
necesitas un lugar de residencia y no tienes el dinero suficiente para comprar
una casa, te comunico que el Mesón Braixen cuenta con un servicio de hostelería,
aunque también puedes hospedarte en el Poké-Asilo, a pesar de ser el edificio
más alejado del pueblo.
- ¿El Poké-Asilo?
- Es donde los Pokémon huérfanos
o abandonados son acogidos e instruidos gratuitamente, aunque también sirve de
escuela pública. Está marcado en tu mapa.
- Oh, así que es como un orfanato.
– dije justo cuando llegué al vestíbulo. – Bueno, pues gracias por todo. Hasta
otra.
Imagen de Suzanne Dorst (unsplash.com) |
- ¡Z, qué alegría ver que estés bien! – chapoteó de la emoción. –
Menos mal que aquel Scrafty nos
trajo hasta aquí. De lo contrario no sé qué nos habría pasado…
- ¿Eh? Para el carro. – la
interrumpí. – ¿Dijiste que Scrafty,
el macarra de la aldea, fue quien nos rescató?
- Pues sí. A mí también me
pareció extraño que alguien como él hiciera tan buena obra… pero en fin, aquí
todo el mundo parece amable. Fíjate, hasta he hecho nuevos amigos.
- Vaya, pues cuánto me alegro por
ti.
En aquel instante me rugieron las
tripas.
- Jijiji, ya es la segunda vez que
oigo a tu estómago hablar por ti. – rió Feebas.
- Oh, claro. Si Florges me dijo que estuve varias horas
inconsciente… – le encontré el sentido a lo recientemente ocurrido. – Entonces
será mejor que vaya al Mesón Braixen… ¿Quieres que te lleve conmigo?
- Me encantaría, pero en estos
estanques ya nos dan de comer. Además, no quiero que sufras más teniendo que
cargar conmigo, así que ve a tu aire… pero tampoco vayas a olvidarte de mí.
Siguiendo las palabras de mi
amiga, me fui yo solo al Mesón Braixen. Su estética medieval lo hacía un
lugar muy acogedor, pero su mayor atractivo era su propietaria Braixen; un zorro bípedo con
una apariencia muy femenina. Yo no sabía si tenía que aproximarme a la barra o
sentarme en la gran mesa del centro, así que probé con lo primero.
- Buenas. – me atendió Braixen luego haberle servido un plato
vegetal a un Pancham y de que yo le
hubiera echado un vistazo a la carta. – ¿Qué va a ser?
- Pues… creo que probaré esta
bebida y el plato 3. – señalé en la carta.
- ¿Estás seguro? – se tornó algo
sorprendida la expresión de Braixen.
- Sí, ¿por qué, pasa algo?
- No, nada. Enseguida te lo
sirvo.
Mientras esperaba no sólo me
aseguré de que tenía bastante dinero, sino que también miré que el Pancham de antes se había sentado junto
a una Gothorita y una Purrloin que me observaban con cierto
interés. Yo ya empezaba a acostumbrarme a las miradas curiosas, pero las de
aquellos Pokémon llegaron a incomodarme. De hecho, percibí malicia en sus
auras.
Braixen tardó un par de minutos en servirme la comida y la bebida. Ésta era realmente dulce
y se hacía llamar ‘Zumo de Baya Meloc’. Yo desconocía los ingredientes del
plato, el cual parecía una sopa, pero lo importante fue que me deleité con un
peculiar sabor que mezclaba lo salado con lo picante… o eso me pareció, pues yo
carecía de experiencia como catador.
Tras habérmelo acabado todo,
irrumpió en el otro lado de la barra un Infernape
que llevaba como taparrabos un trapo muy similar al que yo llevaba atado al cuello.
- Braixen, ¿has visto a mi hermana? – preguntó desesperado.
- No, no la he visto desde esta
mañana. – contestó Braixen algo
extrañada. – ¿Qué pasó con ella?
- Me dijo que se iba al río y que
volvería en media hora, pero ya ha pasado más de sesenta minutos.
Mientras hablaban, yo sentía un repentino
ardor en mi vientre que me obligó a dejar el dinero sobre la barra y a salir
del mesón más rápido que una flecha.
A pesar de haber arremetido sin
querer contra varias cosas, incluidos Pokémon, yo gozaba de una gran energía
que parecía originada a través de mi ardor interno, lo cual también me permitió
disimular el dolor de mis pies.
Seguí velozmente el caudaloso río
en busca de la hermana de aquel Infernape…
y en menos de un minuto divisé a una manada de Poochyena mordiéndole las extremidades a una Lopunny muy malherida para que ésta no escapara. Al principio pensé
que aquella conejita humanoide iba a ser devorada por el Mightyena que lideraba la manada, pero me alteré todavía más al ver
cómo le crecía algo entre las patas traseras. No lo pensé dos veces y derribé
al Mightyena arrojándole una potente
«Esfera aural». Ante eso, los Poochyena soltaron a la indefensa Lopunny y acudieron en la ayuda de su
líder reuniéndose delante de mí y amenazándome con caras de perros rabiosos,
cosa que no me inspiró nada de miedo y me preparé para usar «Garra metal»
frenéticamente.
No me costó casi nada derrotar a
los Poochyena, pero para cuando me
tocara darle el golpe de gracia al Mightyena,
mis energías habían comenzado a menguar, por lo que mi rival aprovechó para
propinarme un fatal «Colmillo ígneo» que me dejó tirado en el suelo con un
dolor insoportable. Justo cuando el Mightyena iba a rematarme, éste fue
alcanzado por una abrasadora «Rueda fuego» que había creado el Infernape del mesón. Antes de que dicho Pokémon
abatiese al Mightyena con un ataque de
«Demolición», apareció junto a mí la Kirlia
del ayuntamiento.
- No esperaba que fueses tan
vehemente. – me dijo ella con un gesto de resignación.
- ¿Qué… qué haces tú aquí? –
cuestioné dolorido.
- Infernape me informó de la
desaparición de su hermana menor Lopunny,
por lo que accedí a ayudarle, y más aún con el detalle de que saliste disparado
del Mesón Braixen causando estragos. – explicaba mientras emanaban de sus
manitas unas ondas rosáceas que sanaban mágicamente mis heridas. Kirlia estaba usando «Pulso cura».
- Es que en aquel momento me
había embargado una energía descomunal.
- … No me digas que pediste el
plato 3.
- Pues sí. ¿Tiene eso algo que
ver?
- Pues que el ingrediente
principal de ese plato es la Semilla Ira, cuyo consumo eleva las energías de
tal manera que muchos Pokémon se vuelven frenéticos, además de que suele
provocar ardor estomacal y un leve efecto analgésico.
- Claro, ahora lo entiendo todo…
– murmuré mientras trataba de levantarme a pesar de que mis pies se encontraban
en un estado lamentable.
- En fin, ahora tendré que
teletransportaros a los tres. Coged mis manos.
Yo sostuve una mano suya e Infernape le agarró la
otra mientras cargaba con Lopunny. Hasta ese momento no me fijé que
aquella coneja llevaba un bikini al estilo tribal. ¿Todos los Pokémon de la
aldea llevaban prendas para ocultar sus partes íntimas?
No sabría describir lo que
sucedió en cuanto Kirlia ejecutase
«Teletransporte» con nosotros incluidos, pero a los pocos segundos ya nos
hallábamos de nuevo en la aldea, y encima mis quemaduras se habían esfumado.
Infernape corrió al Sanatorio Florges con Lopunny, no sin antes darme las gracias por haberle ayudado,
mientras que Kirlia regresó al
ayuntamiento.
Yo me había quedado solo otra
vez… y para colmo, me miraban enojados los Pokémon a los que yo había
“molestado” durante mi frenesí. Lo primero que me vino a la cabeza era
disculparme, pero eran demasiados Pokémon, y los destrozos que provoqué no
irían a arreglarse pidiendo perdón, así que me alejé del casco urbano cabizbajo.
No pasaron ni treinta segundos y
ya atisbé a un Pokémon escondido tras un edificio fumando un cigarrillo.
- Ahora sabes lo que siente
alguien cuando es rechazado antes de conocérsele. – dijo
con una voz masculina.
- ¿Y tú quién eres? – cuestioné
algo molesto.
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